Pasión
Faltos de ella.
Comunicar a las personas un sentido es difícil. Comunicar el resultado de tres de ellos, quizás sea un ejercicio de malabares. Gusto, olfato y vista. Trío inseparable a la hora de probar un vino. Más difícil se torna cuando el orador se impone o antepone su ideario al receptor.
Sin embargo hablar de un vino puede ser tremendamente fácil, cuando lo que esperas es transmitir una sensación, esa sensación inequívocamente ligada al placer.
¿Cuándo el vino dejo de producir placer? No lo sé. Quizás en algún momento, alguien obvió que el placer de beber una copa de vino era el objetivo del bodeguero. Quizás alguien en algún punto de la historia, se vio, por circunstancias ajenas, abocado a producción sin producir. Quizás alguien olvidó los buenos momentos tras el descorche. Quizás… Son tantos los quizás, que se me olvidó deciros esto.
Disfruto con el vino, en compañía, en soledad, con sol o lluvia, con frío o calor. Disfruto porque me apasiona, porque me da tantos buenos momentos que es difícil separarlo de mi vida cotidiana. Porque hay tantos grises en ella que un poco de luz va bien de vez en cuando, y sobre todo porque he aprendido a disfrutarlo como ahora.
Copa en mano, Pedro Ximénez de Casa del Inca por Equipo Navazos. Sentado en el sofá, soledad en casa y compañía en los altavoces. Armonizar el momento, vino y música, Pedro Ximénez y Luz Casal junto a Concha Buika. Sombras. Se deslizan las voces fuera de su garganta, aterciopeladas, llenas de sentido y sentimiento, mientras cuello abajo seduce el lento descenso del vino. Cuatro sentidos. Vista, oído, gusto y olfato.
Nada más, sólo pasión.