Ya lo comenté con Flow, el vino asesorado por Fredi Torres en Empordà. Fredi és el culo inquieto del mundo del vino, otro como Germán Blanco, son un no parar. Con el vino que hoy os presento me he reído mucho. Todavía recuerdo hará ya casi cuatro años, cuando conocí a Fredi en Priorat. Nos hizo un tour por sus viñas y por Scala Dei. Un crack a mandos de un cuatro por cuatro, conduciendo por la comarca con la misma alegría que conduce su vida. Mirando sus terrenos aquí y allá, sobretodo uno limítrofe con Montsant. Una ladera hiper escarpada y empinada. Pareciese que al final verías el Olimpo. Y allí, tal cual soltó está frase:
Esto a mi si me pone telúrico.
Me harté de reír. No se puede ser más franco en unas declaraciones. Declaración de intenciones también. El sabía que tarde o temprano tendría su vino en Montsant. No sé si este proviene de esa misma ladera o de otro lugar. Seguro si viene de el afán de Fredi por hacer un vino en Montsant. Aquí lo tenemos.
Como la mayoría de sus vinos, es un vino para beber. Sí, para beber. Ese tipo de vino con una parte amable, bien repleto de fruto rojo y un bajo monte que asoma discreto. Algo de seriedad. Pero es tal la frescura que emana, tan buena la acidez, que la parte aterciopelada y la madurez en la uva queda en segundo plano. Es más amable, divertido y frutal que la mayoría de Montsant. Quizá se deba esto a la otra parte contratante, su socio Antoine Touton. O quizá yo especule demasiado y no tengo ni idea. La cuestión es que este proyecto nacido en 2013, está ahora acabando en una metomorfosis genuina. Un vino de Montsant que recorre muy bien la fruta, la flor y es portador de aires frescos. Se hace disfrutar y se deja beber mucho. Mucho y muy bien.