El vino a través del espejo
Hay conversaciones que a veces te dejan pensando. Conversaciones que flotan unos días en el subconsciente y un buen día afloran. Hoy es uno de esos días. Un acto reflejo es una acción de respuesta o reacción a un estímulo. En esta conversación hubo una. En ella estaban presentes Silvia Naranjo y Jordi Alcover de La Guia de Vins. No sé por qué se inició, cuál fue el detonante ni cómo se originó. Lo que sí se es que lo que allí se habló es algo que pienso que es muy importante: la comunicación del mundo del vino. Tanto Jordi, Silvia como yo pensamos que algo malo se está haciendo y se ha hecho en el mundo del vino con su comunicación. Evidentemente no hay discusión sino existen interlocutores, que los hubo. No me pidan nombres, no los sé, pues voy a estos sitios como un antisocial. Lo sé y no me importa. Lo que de verdad me importa es lo que allí se dijo. Hubo uno que comento que la cerveza sí que había conseguido comunicar bien. A lo que yo respondí que sí, que estaba en lo cierto. Sin duda es digno de elogio que el consumo de un producto de sabor metálico y amargo, y que te lo tienes que beber a casi bajo cero (para evitar sabores y que entre mejor) sea casi un deporte nacional.
La comunicación de la cerveza es cojonuda. Eso es así. Otra cosa es que acepte que ese el espejo donde se debe mirar el mundo del vino. Pues no. Me niego. Ese fue mi acto reflejo. Como tal es un desastre, porque ha tardado. Pero mi replica es contundente. El vino no debería trazar este camino o le esperan otros cincuenta años desperdiciados.
Si tomamos a la cerveza como ejemplo, nos estamos fijando en las grandes cerveceras como si fueran el mesías. Por hacer un símil, es como si la gastronomía tomase como ejemplo a los gigantes de las hamburguesas. Craso error. Fatal. Si se hiciese un estudio sociológico, el éxito de la cerveza es parecido, seguramente, al del tabaco. Sé que ahora muchos me odiarán. Algunos me tacharán con muchos adjetivos malsonantes por no decir insultos. Pero está claro. La cerveza se empieza a beber por emular a los mayores, para sentirse dentro de un determinado rol social que nos encumbra. Pasar del púber a adulto. Es un rol de aceptación social y no sentirse excluido. Sino, ¿de qué un chico o chica de trece o catorce años se toma su primera cerveza? ¿Pasan de los refrescos azucarados a lo amargo por qué sí? No. De ahí, que no se deba entrar en esa comparación. Son dos mundos aparte. Y sí, es cierto que la cerveza artesana goza de otra salud y que incluso tiene mi beneplácito. Pero no. Ni son mayoritarias ni se parecen en nada.
Podría ser más fácil o quizás más difícil. Ya que hablamos de espejos, ¿por qué no mirarse en Francia? El vino es parte de su vida. Lean bien. Empleo vida y no cultura. Porque lo de cultura es más difícil, pero hacerlo parte del día a día no. Es sencillo. O esperen, ¿por qué no nos fijamos en La Rioja? El reflejo del otro espejo. No. Miren, más fácil. Dejemos de mirarnos en el espejo y empecemos a reflejar nosotros lo que de verdad tenemos. Viticultores que desde los más mayores a los más jóvenes hacen vino con gran ilusión, pasión y trabajo. Les propongo acercar estas personas a nuestros hijos y recuperar una parte de lo que el tiempo nos ha robado. La cercanía de gente que se desvive por sacar un líquido patrimonio de nuestra historia. Por hacer vino con mayúsculas, pero no elitista. Hagamos vino y sólo eso. Ellos son la mejor publicidad. Hasta que no nos quede esto claro, estamos perdiendo el tiempo a pasos enormes. No hay mejor comunicador que el creador, como no hay mejor persona para hablar de un hijo que sus padres.