Dicen Montsa y Robert (dos de los tres hermanos Jovani) que este vino se lo dedican a su madre. A Robert lo conozco de hace tiempo, es muy majo y encantador. Gente humilde, trabajadora y con cabeza. Así que sí, me cae muy bien desde posiblemente el primer día que lo conocí. Tras esto me cae aún mejor, él y sus dos hermanos partícipes en la bodega, Montsa y Sergi. Un vino espumoso dedicado a su madre. Es cierto que Berdie Amor está dedicado a su padre. Supongo que esto era como una deuda de sangre. Sí papá tiene, mamá no va a ser menos. Me cuentan que en este vino intentan reflejar su infancia. Infancia en las playas, con la familia, las historias del abuelo y esas comidas con el salitre por compañía.
Qué queréis que os diga, así a mi me ganan. Me ganan porque el vino no sólo es tesón, esfuerzo y trabajo. El vino es pasión, es arte y sobre todo amor.
Amar. Amar es el nombre del vino. Amar a su tierra, su infancia, sus sencillas pero alegres costumbres familiares. A mar, al aire caliente, al sol de verano, a salitre del mar. Amar, a su madre. Así sí, así se hace vino.
Como no, uno bebe este vino con esa idea y se deja llevar. Desde esa copa que refleja los rayos de sol veraniego, límpidos y brillantes. La espuma del mar al romper en la playa, rosario de burbujas que rompe en la superficie. Perfuma el aire de sal, de frutos del mar, como una ostra al abrirse. De los jazmines y el azahar en los patios colindantes. Frescura en el aire. Al fondo el horno de la panadería sacando sus primeras barras de pan. Las primeras brevas y las peritas de San Juan. Bocados frescos que guardan el verano. Crujientes manzanas, dulzona miel y ese salivar al morder una piña. Recuerdos antiguos que oxidan las imágenes de sepia ambarino, pero tu mente trae coloreada como si fueran aquellos días. ¡Qué gran vino!
Gracias por compartir vuestra infancia y vuestro amor por una madre en esta botella. Bravo.