El eXperimento

Es complicado de explicar. Quizás no, pero yo me lío mucho. Nunca empiezo con un orden, lo mismo que me sucedió dos días antes de la cata, y tres horas antes… Incluso en el momento de empezar. Sí, tenía mis dudas, todas razonables y a sazón de mis propios pensamientos. Algo de ajeno también. Me explicaré mejor. La otra noche durante al cata a ciegas, sucedió lo que yo esperaba. Pero dos horas antes cuando empezamos, no las tenía todas conmigo.

Todo empezó al acabar la cata con Kike Ojanguren. Cuando con los que quedábamos allí recogiendo, nos deleitábamos con las últimas gotas del Cream muy viejo de Piñero. Les dije a los presentes: “Yo ahora, necesito de fondo las Suites de Bach y un sillón orejero… Por pedir, también un fuego encendido. Y ahí empezamos a hablar de unir el vino con la música o la lectura. Al final, se trataba de ligar ese vino a los buenos momentos que nos inspiraba.

El otro momento es hace unos años. Una vez junto al bueno de Bruno (@brunotanino) en Twitter, conversamos acerca de hacer una cata con canciones especificas por vinos.

A esto le sumé una idea mía. Todo momento se debe convertir en una buena experiencia, de esta forma nos predisponemos a pasarlo bien. Si esto sucede, todo sentido está más abierto y atento. Díganme iluso, loco o cientificucho. Pero lo creo.

El pasado martes  15 de Marzo, este hecho a tres bandas quedo constatado ante 20 personas. En la cata anunciada, les conminé a todos a hacer un experimento. Un juego. Diez vinos a catar, con música y a ciegas. El juego era fácil. Una primera parte donde se cataban diez vinos que estaban tapados. No veías la etiqueta, con la consiguiente falta de información: Denominación, varietal, vinificación, etc. Esa era mi cata a ciegas. Siempre sostengo en mis catas que hacer una cata a ciegas (copa y botella en negro) es muy profesional. Debes tener un bagaje enorme en esto del vino para acertar. Entonces no veo la diversión. Esto es más útil para puntuar vinos que para hacer una cata. Lo de vendar los ojos, ya ni lo entro a valorar…  Durante este proceso, les introduje un poco en el mundo de la cata. Fase visual, olfativa y gustativa. Siempre de una forma didácticamente divertida. Tras estos cinco vinos, pasamos a la segunda parte. La de la música. Mientras tomábamos un tentempié, pusimos la primera canción. La intro. My babe just cares de Nina Simone. Una canción íntimamente relacionada al vino en Cataluña. Esta era la cabecera del Programa En clau de vi, de Marcel Gorgori y Josep “Pitu” Roca. Un programa de vino ameno y entretenido. Les comenté todo esto y de qué iba a ir la siguiente fase. A diferencia de la primera, en esta íbamos a catar los siguientes cinco vinos tapados con una canción para cada uno de ellos. Os pongo por ejemplo la primera. La canción fue Cuando te enfadas de Toni Zenet. Una canción que a medida se iba catando el vino, iban descubriendo más aspectos de la canción y su relación. Era un vino de sabores cambiantes como también la persona que se describe en la canción. Con un ritmo mezcla de jazz, salsa y mucha percusión. El vino también era ágil y divertido. Justo entonces empezó la magia. La gente empezó a sacar notas de cata más precisas, se empezó a animar y atreverse. Nos reíamos y como veían que acertaban mucho, se animaban más. He de decirles que el resultado fue genial. A medida que acabamos una canción y el vino, esta vez sí lo descubríamos. Al final de todo, una vez vistos esos cinco vinos y pasar un rato francamente divertido hice el silencio. Les expliqué que a este juego yo siempre lo había llamado un experimento. La cosa era por una sencilla razón, los cinco vinos del principio eran los mismos que los cinco del final. Los asistentes no cabían en su asombro. Los fui destapando uno a uno. Entre risas me decían que genial y como los había engañado. Nada más lejos de la verdad.

Entonces les di las gracias por constatar lo que les había dicho al principio. A una cata hay que ir a divertirse. A aprender sí, pero de una forma amena. Lo otro hay que dejarlo a los profesionales, ya que de una forma distendida y animada, la experiencia puede ser infinitamente mejor. Nos reímos mucho y hubo felicitaciones mutuas.

Conclusión. Este experimento vino a constatar lo que comentamos muchas veces con amigos. El mundo del vino necesita diversión, necesita de momentos alegres y necesita de menos rigor académico. De esta forma, lo acercamos más a la gente, de una forma didáctica pero entretenida. Con un vocabulario más cercano, sin caer en la pedantería. Quizás algunos sostengan que me equivoco. Pero veinte personas el otro día disfrutaron, se sorprendieron, entraron al trapo a un juego y todos, todos, salimos ganando.

Muchas gracias a los asistentes. Me llevo esta experiencia tan gratificante por siempre dentro.

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