De profesión experto

 

Antes de tu llamada hoy, buen amigo, ya lo había pensado y meditado. Estuve apunto de hacer un post. Tras tu llamada, te escribo, os escribo y os doy mi reflexión. Comenzaré por el principio.

Lo que ayer pensaba

No, no me llaméis sumiller. No, no me llaméis periodista. No, no me digáis experto. No, no sigáis intentando disimular lo que soy, pues estoy orgulloso de ello. Soy un amante del vino. Incluso divulgador sería un eufemismo. Me encanta haceros llegar mi pasión, me encanta organizar esas catas donde me decís que os lo pasáis genial. Pero no, no sigáis por ese camino. No sigáis, porque es un insulto hacia el profesional, hacia el sumiller, hacia el enólogo, el periodista. Profesiones en las que  tengo a un montón de amigos, a los que quiero y respeto. Tanto, que me parece un insulto para ello cuando alguien me llama alguna de estas cosas. Además, también esconde la verdad de que a veces os avergonzáis de lo que soy. Una persona común, normal, corriente, que ama tanto una cosa que la ha llevado casi a un estadio enfermizo. Pero es la única verdad.

No necesito que pongáis el título que no tengo. Soy feliz con lo que soy. Soy feliz con hablaros y compartir esos vinos que tanto nos gustan. No hace falta más.

Lo que hoy he madurado

Amigo mío, sé que tienes la mejor de las intenciones en tus consejos. Los valoro como si de mi hermano mayor se tratara. Sabes que es cierto. Pero a veces, soy un romántico, un optimista de los cambios o un cabezota de sus ideas. Coge la que quieras, te querré igual. Pero no, me niego. Entrar en el circuito de las visitas de supuestos expertos, profesionales o divulgadores del vino no es el camino. Quizás, estoy equivocado. Quizás me equivoco mucho. Quizás incluso me estoy quedando en la puerta de salida sin ver siquiera el pasillo. El tiempo lo dirá. Pero el camino que elijo para mí va por una senda sin pasillos, oficinas, palmadas en la espalda y sonrisas fáciles. Siempre fui medio cabra y normalmente tiro al monte. Si nunca me lleva a ningún puerto, no me arrepentiré. Escogí ese camino y será lo que sea. Mientras, he conocido un montón de gente maja, he podido escoger las compañías de un camino que poco a poco lleva a vosotros. Es lo que cuenta. Un camino que hoy me premia más de lo que pensáis. Eso es  la felicidad para mí ahora.

Lo que pienso de esos wine trips

Vosotros. Los de las denominaciones. Los de comunicación. Os equivocáis. No entendéis nada de este mundo del vino. Nada de nada. Invertís dinero erróneamente. Decís tener periodistas. Conozco a la mitad de los que invitáis. Pocos tienen el título. Invitáis a sumilleres. Tres cuartos de lo mismo. Camufláis influencers como si fueran profesionales. Pero ya me da igual. Es vuestro dinero, vuestras decisiones, vuestro error. Dejadme que os lo enseñe bien claro, sin gráficos. Una persona puede tener la barbaridad de cuarenta mil seguidores en Twitter. Vale. ¿Y? ¿Qué pensáis que es eso? Os lo digo. Nada de nada. Solo que en un pequeño mundo virtual, esa persona tiene cuarenta mil personas en su cuenta. ¿Cuántos verán lo que hace? Esa es la verdadera pregunta. Y la respuesta es sencilla. Menos de un tercio. Si queréis profesionales invitadlos, pero si queréis repercusión podéis pagar mejores medios. ¿Qué son caros? Pensad en lo que habéis invertido hasta ahora, y veréis que el medio de toda la vida no lo es. Igualmente es pan para hoy. Ya da igual.

Lo que de verdad me sabe mal es por esas bodegas. Tanto esfuerzo para tan poco. Lo siento majos, de verdad, de corazón.

 

Ya acabo

Por ellas amigo, me quedaré en nada. Porque de verdad quiero a esas bodegas. Porque de verdad amo este mundo. Por ellas, me niego a que me llamen lo que no soy, y a entrar en un circuito de engaños. Estoy madurando lo que he aprendido estos años. Ahora pienso lo que aquí escribo, suscribo lo dicho y el tiempo dirá.

Gracias por todo.