Soy de fácil liar, lo reconozco. Hace ya un tiempo, pronto hará un año quizás. Recuerdo que en la cata que hicimos en el Celler Cal Marino (hemos de repetir), una chica cambió uno de los platos por otro vegetariano. Natalia. Natalia era amiga común de amigos míos, y no. Los amigos de mis amigos no son mis amigos, así no me lío. Pero Natalia es maja e intrépida. Ni corta ni perezosa me criticó y a la vez me propuso una cata: armonizar vinos con platos vegetarianos. Interesante.
El interés paso al germen de la necesidad, así que me enrolé en la búsqueda de local y chef (yo no me veía capacitado para cocinar) con infructuoso final. Puesto que iba a ser un imposible, no tuve mas remedio que decíserlo a Natalia. Esta, avispada e intrépida, puso sus manos a tejer, y dispuso su casa y a unos amigos en la cocina. El resultado fue una cata reservada para ocho personas.
En estas que lo pasamos fetén. Al final fuimos siete, pero muy bien avenidos. Gente maja, oigan. Además los cocineros Roger y Tiziana (ojo a la fonética, que placer reproducir este nombre) se lo curraron too much. Entre ellos estaban mi fiel escudero y fotógrafo Guillermo (o Guiller Moore como me gusta decirle) con su partenaire. Risas, buena comida y bebida en comedidas dosis claro está.
Y dirán, ¿por qué nos esté contando esto?
Por la misma razón que uno decide alistarse a estos zafarranchos. Por probar nuevas experiencias. En esta estaba el reto de hacer funcionar vinos con comidas a base de cremas, especias, horno y alguna fritura para reducir lo difícil. Y vegetales. Sí, vegetales. No es que tenga nada en contra de los vegetarianos, si fíjense, hasta me los quiero… bien lejos. Pero era muy interesante desde el punto de vista gastronómico. Para no ser un peñazo, voy a dejarles con los platos, sus respectivos vinos y una breve descripción del por qué.
Cremoso de calabaza con Tio Pepe Fino en Rama. Cuando te plantean un cremoso, uno por defecto piensa en crema. No fue así. El plato está compuesto por un cremoso a base de mascarpone y patata morada. Todo bien de especias. Una calabaza hervida a trozos e infusionada con vinagre. ¡Ah! Y no olvidemos unas laminas de almendra. Mirando el conjunto me decidí por un fino, elegante pero con cierta opulencia. El fino en rama de Byass es fenomenal, limpia bien la crema, tiene acidez y esa fruta blanca que aporta alegría. Lo demás son sinergias. Encurtidos que le van bien al vinagre y esa parte almendrada que se solapaba. En conjunto gustó mucho.
Berenjena frita con Viña Bosconia 2004. El plato más difícil. Berenjena frita, ya de por si es un vegetal que empapa mucho de aceite. Se acompañaba de una salsa de tomate frito y vino de Jerez, albahaca y queso. No me confundan, el plato es una virgueria. Pa comer a paladas. Pero en conjunto es muy difícil de armonizar. Estuve apunto de llevar un oloroso. Aunque pensé naparía mucho los sabores. En este caso me decidí por un Bosconia. Ese hermano no tan menor de Tondonia. Fino y elegante, bien de fruta roja, balsámicos y un deje ajerezado. A mi realmente no acabo de cuadrarme todo. Es cierto que todo era muy mediterráneo. A ellos quizás les gustó mucho, platazo y vinazo claro está. Me quedo con las ganas del oloroso, pero…
Crema de judiones con alcachofas con El Couto 2015. ¡La virgen santa que platazo! Brutal. La crema de escándalo, con un punto de cúrcuma que hace levitar. Las alcachofas aportando algo que morder, textura dicen. Aquí para mi es fácil. Las alcachofas tan temidas enemigas del vino, van fenomenal con vinos blancos de cierto exotismo. Lo metálico de las alcachofas quedan bien mimetizado en fiestas de frutas tropicales. El punto de cúrcuma es bienvenido también. Luego un joven bien estructurado, de chispeante y eléctrico pase por boca es ideal. Sí, con este todo el mundo fue unánime, nos encanto!
Parpadelle con trufa y tallegio con Cabories 2015. El crescendo es máximo. El parapadelle con la crema de queso, bien fuerte y potente, su toque de trufa. Aún lloro por los rincones con este plato. Soy muy de pasta, mucho. Aquí estos seres pro-veggie me conquistaron, cabrones. Cuando la gente piensa en pasta, ipso facto piensa en rosado. Yo no. Existen caminos mejores. Es cierto que entre la semifruta roja y de hueso de un rosado, la acidez bien balanceada, la pasta sucumbe. Pero esto no es sólo territorio de los rosados. Podemos encontrarnos tintos de poca extracción o de varietales poco extractivos, con su bien de fruto rojo, su toque especiado y una acidez que corta. Este es el caso de Cabories, de los buenos de Mas Candi, Ramon y Toni. Sus tintos van por esa línea, probad si queréis en casa y contadme.
Manzana con ricotta y pistacho con Don PX de Toro Albalá. Delicioso postre, cremos y crocante. Bien equilibrado. Fácil combinar. Una Pedro Ximenez joven, con su parte dulzona de frutas escarchadas, pasas y maduras. Buen compendio. Acidez muy marcada y paso ligero. Una PX que no empacha. Complemento ideal. Cabe decir que a nuestra aguerrida anfitriona no le gustó nada el vino, una rara avis esta chica, pero me cae bien no se crean.
Dicho esto, no les aburro más. Fue una cena genial, en buena compañia y un expermiento bueno, divertido y provechoso.
Fotos: Guillermo Ruiz (Desenfocado)